Y entonces después de mucho tiempo de no estar realmente sola, comenzó a sentirlo, llegó el miedo. Después de tanto tiempo sin estar sola, se encontró con ella misma, en su propia rutina, la de su ser individual. Y miedo comenzó a atormentar ese tan anhelado momento. Una mañana después de un agrio desvelo, cuando todos se habián hido a sus rutinas, sus rutinas individuales, ella decidió enfrentarlo. Se sentó de rodillas, rogó a Dios cordura, y le habló.
-Hola miedo -le dijo ella con voz firme y contundente- porqué estas aqui?
Miedo no contestó.
-Quisiera que te vallas, porqué estas aquí? -volvió a preguntar ella
y miedo no se manifestó.
Ella pensó que ya que podía (sus crios no estaban por ahí) tenía que buscar algún modo para lograr hacer hablar al miedo. Y volvió a empezar.
-Hola miedo, -dijo ella con voz suave y serena- cómo estas?
Y miedo contestó en tono irónico: -Yo estoy muy bien, muy muy bien gracias, y tu?