La vida es un tejido de circunstancias que aveces se entretejen de forma organizada y aveces un poco más orgánica. Tal vez es mas el entretejido orgánico que el organizado y prefiero el orgánico.
Lo orgánico es el fluir, y esa en esa fluides lo bueno y lo malo siempre guardan cierta simetría, orgánica, generando el balance perfecto para encaminarme.
Es en estos momentos que me quiero sientir como vaca que va al ordeño. La vaca va contenta, caminando entre la sociedad de vacas que viven en el mismo potrero. Solía cuando era una niña, poner mis manos sobre los muslos de lavadas mientras caminaban al ordeño. Lo hacia montada en mi bicicleta. Me gustaba embarrarme y aún mas, el olor de lo boñiga recién salida, vaporosa y potecuda. El sonido de la boñiga caer es un sonido agradable para mí. Recuerdo lo que sentía en esos momentos largo de caminar por un camino de barro, con las profundas huellas marcadas por el caminar de las vacas. Verlas campantes, rumiando, cagando, caminando, cada una en su mundo, pausadas y en paz. Sin preocupación alguna. Yo me sentía igual, era un largo momento que duraba desde el potrero hasta el lugar de ordeño.
¿Cómo hacen la vacas para caminar así, tranquilas, orgánicas?
Hoy cuarenta y pico años después recuerdo esos momentos y lo uso como herramienta, para abrazar mis miedos y decirme que cada día, cada hora, cada minuto, cada instante es preciado. Y quiero vivir como esos días de vacas, sin miedos, sin ruido, solo caminar, rumiar, cagar, ordeñar.