—Y no es que yo sea la mas meticulosa para la limpieza. Tengo un limte. Ese limite esta mas cercano a mi lado cochino que mi lado pulcro. Solo fijate en los detalles —le dijo mientras tomaban tinto en una fría pero soleada mañana sabanera.
Y siguió —solo tienes que buscar un sopt, una esquina, sin moverte de ahi.
—yo seguía sin entender de qué me hablaba. Y siguió —la roseta de esa luz de allá— dijo señalando un rosetón sin bombillo en una de las esquinas del techo de la cocina —Verás, pienso que en la vida debes llegar a un equilibrio. Un equilibrio entre lo que es necesario, lo que es indispensable y sobretodo y muy importante lo que es prioritario. Veo ese rosetón rosiado en grasa de estufa, algunas telarañas viejas han quedado embadurnadas de la porquería. Una araña come un zancudo mientras este pelea contra la pegachenta telaraña y la porquería. Y si urgo con los ojos, sin moverme de acá, te aseguro que puedo encontrar millones de pequeñas porquerías por toda la casa. Sin embrago, mi casa esta limpia. Yo decido que no necesito limpiar porque quiero hacer otras cosas en vez, y además encuentro en cada porquería a de mi casa, bellezas cotidianas, vida creciendo, habitando. La telaraña de allá, el cúmulo de pelos de perro debajo de esa mesa de ahí, el polvo en la mesa bajo la escalera, que si le quitas los objetos que están sobre ella, un dibujo geométrico aparece, y es efímero, como el polvo. Sencillamente, porque es polvo.